La conciencia de un Rey y la de Un Primer Ministro

Todos enfrentamos, en algún momento, decisiones que ponen a prueba nuestro carácter. Cuando una decisión está en conflicto con nuestro sistema de valores, lo primero que responde es nuestra conciencia. Sin embargo, incluso este regalo divino ha sido sometido a la influencia del mundo, lo que significa que no solo debemos reorientar sino también fortalecer nuestra “brújula interna”.

La fortaleza de nuestra conciencia depende tanto de la verdad como de la moral, y éstas, a su vez, de la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas.

La verdad. Puesto que Jesús declaró que Él es la verdad, mantener una estrecha relación con Él mediante la oración y la obediencia fortalece nuestra conciencia. Tanto el Espíritu Santo como la Palabra de Dios juegan un papel vital en este proceso de crecimiento. El Espíritu no solo nos ayuda a distinguir entre la santidad y el pecado; también nos enseña y nos guía a toda verdad (Jn 14.17, 26; 16.8, 13).

• La moral. Tanto José como David nos dieron un ejemplo que debemos seguir cuando enfrentemos la tentación: Dejaron que sus conciencias les guiaran para honrar a Dios. A un gran costo personal, José rechazó las exigencias de la esposa de Potifar (Gn 39). Y David, aunque se le presentó la oportunidad de matar o humillar a Saúl, decidió dejar el asunto en las manos del Señor (1 S 24.5-7).
Podemos tener la confianza de que el Espíritu Santo nos ayudará a tener una mejor conciencia. Él nos ha dado todo lo que necesitamos para la tarea, que es esencial si queremos vivir en santidad.

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